martes, 10 de julio de 2012

CRÍTICA CINEFÓBICA.


“NO SIN MI POLTRONA” (1972).

Celuloide revisado fotograma a fotograma por Heriberto Bisoñé.

El título que nos ocupa marcó una descarnada y profunda dentellada en el cine de autor de los años del bigote y la pernera de elefante. Este opresivo ensayo ha trazado con tiza el cauce a seguir por títulos preocupados en lo político-social tan influyentes en el mundo de hacer cola en taquilla como “Liberteratum” , “A mí que me registren” (Register me as you can) y “La Lola nos lleva al Congreso”. Por todo ello es importante conocer algunos datos de ella para poder poner cara de suficiencia en la estantería de deuvedeses de su centro comercial más querido.

Su director, Emil Posturitas, también se encargó de la adaptación del guión, el plegado de las hojas y de arrancar las grapas que no terminaban de penetrar el papel. Según recoje su biografía no póstuma y ligeramente autorizada, “Querían rodar en tonos sepias directamente, para ahorrar usando un antiguo rollo de cinta sin usar de Los Diez Mandamientos 2: La letra pequeña.[...] Yo me esposé a la barra de un bar y no me solté hasta conseguir que la cinta tuviese ese tono entre azul y verde enfermizo que hoy la decora. Mi caprichitos, mire”. La historia, desarrollada en tres horas y cuarto con un descanso de quince segundos para preguntar por el pipí-can, orbita alrededor de Algenzo Periboña, candidato a Comendador de la Cucaña, en la inhóspita región transalpina del Triquitriqui. Recogido en su juventud por unos zíngaros sin la menor visión de futuro, se relata su periplo infantil usando los mismos decorados que el famoso film “Me casé con un hombre lobo y no le dejé salir por las noches” (“No more full moons for the married Werewolf”). Para algunos se trata de un erudito guiño de ojos al connoisseur cinéfilo. Para otros es tener más cara que una esfinge.

Los bosques brumosos dan paso a los comienzos en la política local de Algenzo. Su característico arrastrar de pies se ha atribuído al simbolismo inherente de cargar sobre sus hombros con la trama y a su vez con la responsabilidad de retratar a los esforzados hombres que se encargan de bombear esperanza a la marchita democracia. Posturitas añade a la cuestión “creo que le dieron unos zapatos dos tallas más pequeñas. No dijimos nada en su momento y creo que los pasos torcidos y la cara de sufrimiento en los primeros planos rellenaron mucho simbolismo de ese”.  De la mano del candidato recorreremos el carácter único de los hombres y mujeres de la Cucaña, que con su impresionista retrato de marcados e inquietantes claroscuros, obra de un vecino de Luiso Buñuelo, nos transporta a nuestro yo de antes de ahora, único e inquebrantable, resignado al sacrificio y al mangoneo ajeno. Posturitas, con su bien conocida modestia, le quita mérito al asunto “rodábamos casi siempre a primeras horas de la mañana, cuando las autoridades del pueblo andaban enfrascados con el desayuno. Todos los figurantes son habitantes del pueblo y todavía deben andar esperando salir en el reportaje del Informe Quincenal una noche de estas”.

Cartel galo del film.


El nudo gordiano de la película, su leif-motiv, en definitiva el intríngulis, acontece cuando el gobierno de la Cucaña en pleno debe dimitir por una trama oscura y siniestra obcecada por no dejar cambio de monedas en las arcas municipales. Algenzo, sin resignarse y creyéndose absolutamente libre de toda culpa, resiste en el hemiciclo en una memorable escena de veinte minutos donde se le ve sentado en su escaño en mitad de un hemiciclo vacío. Esta porción del metraje retrata el aislamiento a la que conduce el camino recto y el absorto estupor que traslada la pantalla cuando el espectador, en su soledad, se relaciona con el personaje y se identifica con él en ese acto de absoluta inacción. La revista especializada Les Agujerés Du Celuloide dijo en su momento “Es la obra cumbre de la denuncia política desde las entrañas. Posturitas nos hace olvidar que hasta el momento solo había dirigido publireportajes de Gaseosas Primorosas.” El director volvió a probar suerte en el mismo terreno con “Discurso de hiel”, “Es que sus señorías no callan ni metidos en un saco” y la coproducción franco-transiberiana “El ministro invisible”( Невидимый министра), con desiguales resultados.

Recomendamos encarecidamente su visionado a todo aquel cinéfilo con carnet que solo esté dispuesto a asistir en la pantalla a persecuciones por un ideal, explosiones en la conciencia y tacos provocados por la angustia vital.

No hay comentarios: